También me enteré
que Vicky La Mar, el año anterior había sido muy amiga de Amada, pero apenas se
hablaban. Amada ni la miraba, en cambio Vicky no dejaba de mirarla en todo
momento.
Rossella me contó una
historia acerca de ellas:
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Vicky se hizo muy amiga de Amada, la buscaba desde la entrada antes de
la formación, para pasear en el patio. Lo primero que hacía era quitarse el
reloj pulsera y se lo colocaba a Amada. En la formación de salida, Amada se lo
devolvía.
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Pero, ¿por qué se enemistaron? -pregunté muy interesada.
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Un día Amada se estaba probando el reloj de Miryam, su compañera de
asiento, recién se lo habían comprado. Vicky al ver a Amada, le pidió que le devolviera
el suyo y a partir de allí, le quitó el habla.
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¡¿Qué?! -acoté extrañada.
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¡Eso no es nada! -me dijo Rossella y despertó aún más la curiosidad que
me devoraba.
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Después de unos días se le perdió el reloj a Miryam, porque lo olvidó
en el baño. A todas les revisaron las maletas, pero el reloj nunca apareció.
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¡Pobre Miryam! -dije sinceramente.
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Poco tiempo después, se veía a Miryam con el reloj de Vicky, tomadas de
la mano paseando por el patio.
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Y… ¿Amada? -pregunté ansiosa.
-
Antes de fin de año Amada y Vicky se empezaron a hablar, pero dudo que
vuelvan a ser amigas como antes.
Ese año, Amada tuvo
otra amiga especial, Miluska Kalafatovich. Alta y hermosa, más bonita que Vicky.
Mila -como la llamaba Amada- era la mayor de cinco hermanos, de padre yugoslavo
y madre peruana. Vivían en jirón Virú a ocho cuadras del colegio, Mila hacía el
recorrido a pie, tenían una tienda, ella ayudaba a sus padres con la atención
al público. Todos los días le llevaba un chocolate “Sorrento” a Amada -se hicieron
grandes amigas- las dos llegaban muy temprano para conversar antes de ingresar
a clases, igualmente en el recreo.